Entre el dolor y la esperanza

Muchas veces como psicólogo se me ha entrevistado y pedido consejos y orientaciones en diferentes medios. Siempre he estado dispuesto a aportar y dar un pequeño aporte, pero esta vez quiero hacer algo distinto, algo que los psicológos no siempre acostumbramos a hacer, que es hablar de nuestras emociones y percepciones.

Chile cambió, despertó, se reveló, se quebró y volvió a mostrar esa singularidad tan propia de nuestro país, que es ser tan extremos y bipolares en nuestras relaciones y vinculos de todo tipo. Nos unimos y luchamos por un bien común y al mismo tiempo rompemos y destruimos nuestro propio entorno.

Me duele ver tantas decadas de injusticias sociales (quizas siglos). Me duele ver esa pérdida de juicio de realidad y desconexión de los dirigentes del país, más allá de su color político. Me duele ver que el “tener” pasó a ser mas importante que el “ser”, que el mercado ordena y dirige las decisiones de convivencia (¿y valores también?). Me duele ver como la visceralidad de las emociones, la información y desinformación constante transforme a enemigos a quienes son y debieran ser hermanos. Me duele ver la violencia del rico, del marginado, del pobre, del antisocial, del estado, del ansioso por el poder y del ansioso por el querer dañar al otro por pensar distinto….

Todos los Chilenos vivimos en este lindo país, nadie sobra, ni nadie debiera ser ignorado. Es igual que la vida de familia: se comparte un espacio en común, en donde todos debemos cuidarlo, protegerlo y aprender sí o sí a llevarnos con respeto y tolerancia. Nadie creo se imagina robando el presupuesto del mes a los padres, o coludiendose entre hermanos para dañar a otro, o incendiando el comedor o destruyendo el la puerta de entrada para así lograr un cambio. Si se llega a esto, como se ha llegado en Chile, es porque hemos jugado al silencio, al no querer ver, al actuar a que aquí no ha pasado nada, a dejar de vincularnos, a dejar fermentar emociones difíciles de manejar como son la ira, la venganza y el miedo.

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Pero también tengo esperanza en el cambio. Esperanza en que se puedan construir diálogos por sobre la violencia. Esperanza en dejar de verse como enemigos o antagonistas. Esperanza en que luego de tanto dolor y rabia social aparezca la cordura, el respeto y sobre todo la tolerancia. Esperanza en que la justicia y la equidad se hagan más reales y no sólo en un papel.

Creo profundamente que los grandes cambios se contruyen desde los pequeños cambios…. Y si queremos paz y convivencia armónica entre nosotros, partamos por ser justos y respetuosos con nuestros pares y nuestro entorno cercano. Cuidemos nuestro hogar y nuestras ciudades. Los que den trabajo, ya sea a una o más personas, paguen un salario justo y cumplan con las leyes sociales. Seamos tolerantes en la diversidad de cada uno (no sólo con el que piensa o es igual a mi). La justicia, el respeto, la confianza y el vivir en comunidad siempre traen paz….

Mi esperanza es esa, que la paz llegue a un Chile más justo y mas solidario, en donde como dice una ya vieja canción de Los Jaivas: “Seamos amigos, seamos hermanos”.

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